Códice Xólotl.

Códice Xólotl.
ENCUENTRO DE XÓLOTL Y ACOLNÁHUATL EN TENAYUCAN

lunes, 19 de abril de 2010

"HUEHUETEOTL:Símbolo de la Nueva Alianza Anahuaca".

Por Ricardo M. Pilón A.
En la época prehispánica o precuahtémica Huehueteotl era una representación del fuego o en sentido especifico de las fuerzas energeticas, de ahí su nombre que significa “viejo creador” o el “antiguo creador”. También se le conoce por otros nombres[1]tales como Xiuhtecutli o “Señor del verdor”, Ixcozauhqui o “Cariamarillo” y Cuezaltzin o “llama de fuego”… Cuya procedencia muy antigua abarca el altiplanicie (Cuicuilco) hasta el Sur (Monte Alban) de México.
En el México prehispánico se le veneraba cada año al fin del mes llamado Izcalli[2] -“Cuando retoñece” o “Renacer”- (décimo octavo mes) con fiestas y rituales. Su importancia era tan significativa que en su veneración se le agraciaban atributos fundamentales de la vida y sustento tales como: el cocimiento de los alimentos, el cobijo de los tiempos frios; “el que hace la sal y la miel espesa, y el carbón y la cal, y calienta los baños para bañarse y hace el aceite que se llama úxitl…”[3], etc. La importancia de esta representación tambien tiene un significado filosófico y moral: en el primero representa la “creación”, la “fuerza” que une y/o destruye a las cosas, lo que en cierto sentido se le atribuye la “renovación” o “transformación”; en el segundo tiene un significado de “calidez”, de “hermandad” y “respeto”, pero también representa en su lado hostil la “guerra”. También se le hacía una fiesta en su honor llamado Xocotl Huetzin[4] –“Madurez de los frutos”- (décimo mes) y uno de sus rituales consistía en el tlamictiliztli al fuego de los cautivos de guerra, según la crónica:

“Luego venían aquellos que tenían cautivos presos, que los habían de quemar vivos, y traíanlos allí, donde se había de hacer este sacrificio; venían aderezados para hacer areito -[ambos: guerrero y cautivo]”[5].
Los guerreros estaban ataviados al modo del fuego (rojo y amarillo): “Traían todo el cuerpo teñido con color amarillo y la cara con color bermejo; traían un plumaje, como mariposa, hecho de plumas coloradas de papagayo…”[6].

Mientras los cautivos estaban ataviados con el color de la muerte (blanco): “Los cautivos llevaban el cuerpo teñido de blanco, y el maxtle con que iban ceñidos era de papel…”[7].
Este ritual de tlamictiliztli al fuego tuvo su origen en los Tepanecas (Azcapotzalco, Coyoacan, etc.), según una fuente del siglo XVI:
“Salieron los de Tlacopan, Coyohuacan y Azcapotzalco, a los cuales llamaban tepanecas y estos otros pueblos traían por dios a Ocotecutli –Señor del ocote-, que es el fuego, y por eso tenían costumbre de echar en el fuego, para sacrificar, a todos los que tomaban en guerra”[8]. No es de extrañar que el “fuego” sea para los pueblos de la Antigua Anahuac un elemento al cual venerar y por tanto la representación más antigua en estas tierras. Para Azcapotzalco prehispánico su veneración era en cierto sentido un símbolo al cual le debía su progreso como civilización: tierra rica en cultivos y mercado, artesanos herederos de los toltecas y muy apreciados en el arte de la cantería y cerámica. Maestros de la guerra y las relaciones exteriores, tenían al fuego en una muy alta estima y lo comprendían tanto en su sentido práctico como simbólico. Es posible que la costumbre de arrojar al fuego comida y bebida, a modo de agradecimiento, sea de origen tepaneca y que los tenochcas lo adoptaron dentro de sus costumbres… Por eso debemos comprender que el tlamictiliztli de cautivos en el fuego implicaba ofrendar y alimentar a la representación del fuego con lo más preciado que era la vida humana; en este sentido se agradecía por la abundancia agrícola y artesanal, pero sobre todo para asegurar la cosecha y producción del año venidero.
Lo cual se debe comprender el Huehueteotl –Ocotecutli para Azcapotzalco- como el símbolo que “crea” o “construye” el lazo social, que los “unifica”… Por lo tanto, a nivel cultural, el fuego posee un aspecto de identidad que simbólicamente significa el “poder” de la creación o destrucción, de la alianza o la guerra.

La razón de celebrar el Huehueteotl en Azcapotzalco.
Si bien como dijimos la representación del fuego es una identidad antigua para Azcapotzalco y que los tenochcas la tomaron como herencia en sus fiestas anuales, por otro lado tiene actualmente un significado de “unión” y “progreso” ante la incesable crisis material como espiritual. Culturalmente su simbolismo debe ser motor para la adquisición del conocimiento y la creatividad de la comunidad azcapotzalca. Independientemente del aspecto “político”, el símbolo del Huehueteotl debe representar por su antigüedad y su identidad el impulsor de la “transformación” o “renovación” nacional.
En esta convicción no se puede pasar desapercibido esta oportunidad que bien tendrá como consecuencia un valor de rescate y trascendencia, pero que la ignorancia y el prejuicio de un pequeño circulo –sea intelectual o de tradición- solo lo ha llevado a lado de la superstición, fanatismo y en consecuencia de escepticismo…

A nivel nacional el estudio de las antiguas culturas es muy temprana (técnicamente cien años), sin contar que México se ha esforzado de estar a la vanguardia con los países desarrollados, ello supone un profundo descuido de la cultura nacional, lo que en consecuencia resulta un distanciamiento lejano en la generación de la conciencia. Siendo Azcapotzalco un pueblo que respeta y valora la cultura prehispánica, bien resultaría una buena oportunidad para fomentar e impulsar el interés por la identidad.
En este sentido Azcapotzalco sería el verdadero “corazón de Anahuac” y para justificarlo se requiere de trabajo en el rescate de sus orígenes…


CALMECAC ANAHUAC-TEPANECA

(10 de Abril del 2010)


[1] SAHAGÚN. HGCNE. Lib. I, cap. XIII, 1. Edt. Porrúa.
[2] Op. Cit. Lib. II, cap. XXXVII, 1-39.
[3] Op. Cit. Lib. I, cap. XIII, 4.

[4] Op. Cit. Lib. II, cap. XXIX, 1-35.
[5] Ibid.

[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] GARIBAY, ANGEL M. TEOGONÍA E HISTORÍA DE LOS MEXICANOS (Tres opúsculos del Siglo XVI). Primera Perte, Cap. X, 101, pp. 40 y 41. Edt. Porrúa.

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